Mokattam: así es la «Ciudad de la Basura» al sur de El Cairo
En Mokattam, al sureste de la capital de Egipto, podemos encontrar un lugar que no sale en las guías de viaje, el barrio de Manshiyat Naser, apodado "la Ciudad de la basura". El hedor y el caos organizado de los desperdicios asoman su cabeza por cada recoveco, en vertical y horizontal, por cada poro. A pie de calle y en las azoteas de los edificios, entremezclada con parabólicas, pósteres religiosos, piaras de cerdos o rebaños de cabras que son los inquilinos habituales de los edificios con vistas a vertederos y a una vida organizada alrededor de la basura que convive con ratas y moscas.
Sus residentes son recolectores a tiempo completo, los llamados 'Zabbaleen', personas-basura, 250.000 en total, que tienen como negocio familiar el desperdicio que mueven en coches viejos, animales de carga o a pulso por unas callejuelas estrechas. Recolectan el 60% de los desperdicios de El Cairo y reciclan un 80% de ellos, unas cuatro veces más que la mayoría de empresas occidentales de reciclaje. Y eso teniendo en cuenta que recogen diariamente hasta 6.000 toneladas de basura por 100 euros al mes.
Víctor Del Pozo, natural de Móstoles y autor de 'Mi patria son mis zapatos', nos habla de este lugar que conoció de primera mano. «Pese a que todo El Cairo es una ciudad caótica, lo que vimos en ese momento se situaba en el peor extremo de lo anárquico. El asfalto de la carretera no existía, o si existiese tendría que estar tras la capa de arena, charcos y basura que se acumulaba por todas partes. Las viviendas parecían a medio construir —o derruir— y la gente paraba sus quehaceres para mirarnos al pasar junto a ellos», afirma.
Y detalla que El Cairo una de las ciudades más pobladas del mundo con más de 16 millones de habitantes. Pero para ellos, esta 'Ciudad de la basura' no existe como tal y no dispone prácticamente de infraestructuras, ni de sistemas de alcantarillado ni de redes de electricidad o agua potable. La pobreza de las familias las convierten a ojos de otros cairotas en un barrio aparte. Eran campesinos pobres del medio rural, en los años 40 del siglo XX, vieron en la basura una oportunidad . «Además, la mayoría de la población de este lugar es de fe cristiana en un 90%-los llamados coptos- y esto no es más que un agravante para estigmatizarlos más si cabe», ya que en Egipto son de mayoría musulmana.
Pese a todo, Del Pozo incide en que la gran mayoría de la gente de la zona se dedica a recoger basura del resto de la ciudad y traerla hasta aquí para su posterior reciclaje, «y el hacer esto en una ciudad como El Cairo, tan poco respetuosa con el medio ambiente, más que rebajarles su estatus diría que les dignifica». Por eso, los Zabbaleen son considerados una de las comunidades que más recicla en todo el mundo.
Hay un «ilusión óptica» al ver montículos de basura de dos metros de altura. «Pero si te fijas bien podrás ver que en cada casa, cada local o calle donde se acumula la basura que los residuos están distribuidos según su categoría», los hombres recolectan de puerta en puerta y las mujeres y niños clasifican la basura. Y los restos orgánicos son la comida de los cerdos, unos animales que a su vez pueden ser su almuerzo y el de sus vecinos.
De las latas hacen bloques de aluminio, lavan las bolsas de plástico y el PVC de las botellas de agua y refrescos lo exportan a países como China. Además con los restos pueden hacer también objetos de artesanía que intentan vender. Un círculo virtuoso que lo aprovecha todo, y donde la basura electrónica es un negocio cada vez más lucrativo.
Según el profesor de la universidad de El Cairo Wael Fahmi, «a mediados de la década de 1990, cerca de 700 familias 'Zabbaleen' poseían empresas de recolección, 200 poseían y operaban pequeñas y medianas empresas de reciclaje y 120 empresas comerciales de propiedad, además de talleres de mantenimiento y empresas de servicios comunitarios ». Y distingue a los 'Zabbaleen' de muchos otros grupos de recolección de residuos urbanos que hurgan en la basura porque ellos invierten mucho en sus herramientas y conocimientos para el reciclaje. Estos microempresarios han invertido en camiones, granuladores de plástico, compactadores de papel, fundiciones de aluminio y procesadores de estaño«.
La eficiencia de su sistema de recolección recibió el reconocimiento y aprobación mundial en la Cumbre de la Tierra de Río. Y ha recibido financiación internacional del Banco Mundial, la Fundación Ford y Oxfam. Irónicamente «la entrada de empresas extranjeras de basura que trabajan en la capital, a pesar del gran valor de sus contratos, solo están obligadas a reciclar el 20% de los residuos que recolectan», apuntaba Fahmi.
Es un entorno de contradicciones, porque las condiciones de vida de sus habitantes implican altas tasas de enfermedad y una menor esperanza de vida que la de habitantes de otras regiones. Y en verano con temperaturas que pueden llegar a superar los 45 grados de temperatura se generan malas condiciones ambientales.
En este sentido, Del Pozo describe que en su visita, en lo alto del barrio, «en la ladera de la montaña, se encuentra la iglesia de San Simón el curtidor. Se construyó a finales del siglo pasado siendo hasta la fecha la iglesia ortodoxa copta más grande de Oriente Medio con capacidad para casi veinte mil personas dispuestos en unas vertiginosas gradas en forma de anfiteatro». Matiza que «poco a poco han ido surgiendo en el barrio asociaciones para mitigar el bajo índice de escolarización infantil ofreciendo una alternativa de formación guiada en torno al reciclaje que con casi toda probabilidad será el oficio de muchos de los niños del barrio». Mientras dejamos atrás el olor de este barrio, recordamos que esa frase que dice el desperdicio de unos es el tesoro de otros.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de ABC. Lee el original aquí]