Residuos peligrosos: ¿cómo se tratan y reciclan?
La Unión Europea produce más de 40 millones de toneladas de residuos peligrosos al año, una cifra que ha aumentado sostenidamente desde 2004. En uno de sus últimos análisis, el Tribunal de Cuentas Europeo ya expresó los retos a los que se enfrentan los reguladores y la necesidad de clasificarlos mejor, garantizar la trazabilidad y luchar contra el tráfico ilegal, una de las lacras de una industria que no siempre gestiona bien el tratamiento de esta ‘basura’ dañina para el medio ambiente y las personas.
La pregunta que muchos ciudadanos pueden hacerse es: en la práctica, ¿cómo se tratan? ¿Cuál es la forma correcta de hacerlo? Los estándares europeos son claros. En primer lugar, se debe reducir todo lo posible cantidad de residuos que se producen y su peligrosidad. Una vez tratados, otra prioridad es reciclarlos para obtener nuevas materias primas, almacenarlos en contenedores y depósitos seguros y destruir aquellos que no se puedan recuperar.
“Los tratamientos preferibles son el reciclado y la valorización energética. La eliminación debería utilizarse como último recurso. Sin embargo, más del 50 % de los residuos peligrosos se sigue eliminando sin más”, explica Eva Lindberg, responsable del análisis del Tribunal de Cuentas Europeo. En el mismo sentido se pronuncian desde la revista técnica de medio ambiente RETEMA, donde subrayan el problema del tratamiento inadecuado y de los altos costes que supone para las empresas encargadas de gestionarlos.
“Deben tratarse en instalaciones de tratamiento especializadas respetando normas y requisitos de seguridad estrictos. La carga administrativa resultante y los mayores costes para los operadores económicos crean el riesgo de tráfico de residuos peligrosos, por el cual los operadores no declaran los residuos generados como peligrosos y, en su lugar, los vierten ilegalmente o los trasladan ilegalmente a otro lugar”.
Se considera peligroso aquel que contiene una o varias sustancias peligrosas para la salud y el medio ambiente. Entrarían dentro los productos inflamables, los tóxicos o ecotóxicos, los corrosivos, los explosivos o los radiactivos, pero no solo: aquellos envases donde hayan sido almacenados también reciben esta consideración. Hablaríamos de productos con los que estamos muy familiarizados en el día a día: dispositivos electrónicos, aerosoles, pilas, baterías, tóners, disolventes, envases que almacenan gases a presión, pinturas y tantos otros.
Su reciclaje y tratamiento siempre dependerá del tipo del residuo. El método será distinto en cada caso, aunque suelen agruparse en cuatro fundamentales.
- Físico: un proceso que los concentra, los solidifica o reduce su volumen para mezclarlos con otros productos. Por ejemplo, se aplica a ciertos residuos de plástico o asfalto.
- Químico: para transformarlos en gases no tóxicos a través de diferentes tratamientos. Como ejemplo, el cianuro, que se oxida para reducir su toxicidad, o la separación de aguas, para extraer de ella sustancias orgánicas nocivas.
- Térmico: para incinerarlos y destruirlos.
- Biológico, ya sea con bacterias que los estabilizan (‘biorremediación’) o mediante la mezcla con la tierra para metabolizarlos y producir terrenos más sostenibles en los que se pueda cultivar.
Por la parte que atañe a los ciudadanos, nunca debemos mezclarlos con otros residuos, y debemos llevarlos siempre a un punto de recogida autorizado. En cuanto al reciclaje y la ‘valorización’ a la que se refieren los reguladores de la UE, siempre debe hacerlo una empresa certificada que respete la normativa de transportes ADR, un acuerdo europeo que establece las condiciones óptimas de transporte de mercancías peligrosas.
“Tras la recogida, los residuos peligrosos son transportados y almacenadas en las estaciones de transferencia. Allí se identifican, clasifican y se agrupan según su destino final” explican desde la empresa Leonardo, especializada en gestión de residuos.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de Telecinco]