Tenemos un problema con el contenedor amarillo: ¿quién miente con las cifras?
Desde que apareciese a finales de la década de 1990, el contenedor amarillo es un elemento que se ha ido generalizando en el paisaje de nuestras ciudades y, cada vez más, nuestros pueblos. Su implantación no es casual. Es un requisito legal que responde a la problemática causada por el creciente uso de envases de usar y tirar.
Ecoembes, la marca con la que opera la corporación Ecoembalajes España S.A., aparece como respuesta del sector para cumplir con la responsabilidad ampliada del productor: envasadores y distribuidores de producto envasado se asocian y crean una empresa privada. En principio, para dar cumplimiento a las obligaciones sobre los residuos de envases que generan su modelo de negocio.
Pero los datos no cuadran. Un largo historial de dudas siembra las estadísticas que anualmente ofrece Ecoembes, la Administración acepta y los medios de comunicación patrocinados celebran. Pero no cuela. Profesionales del sector, activistas y diversos grupos ecologistas han dado la voz de alarma. Aportando evidencias de que algo falla con las estadísticas de recuperación de residuos y reciclaje de envases.
La cuestión ha llegado al ámbito académico. Estudios científicos dejan los resultados de los exaltados ecologistas en cálculos prudentes y conservadores. Greenpeace estimaba en “Maldito plástico” que “solo el 25,4% de los envases plásticos se recuperaron en España en 2016”. Este dato, que sigue publicado en la web de la ONG, se queda muy corto en comparación con el resultado de un trabajo científico que desmiente los datos del reciclaje en España: “se recicla solo un 10,7% del total de lo que se pone en circulación en el mercado, una cifra muy alejada de las cotas del 48% o incluso del 70% de reciclaje apuntadas por Ecoembes”. El estudio sigue disponible en la web de la revista científica que lo publicó, por lo que ese dato no ha sido refutado por los afectados y es la mejor evidencia científica sobre lo que ocurre con los envases de plástico en España.
Si alguno de los dos fuese falso parte de los 700 millones de euros que maneja anualmente Ecoembes habría ido a parar a un proceso judicial que hubiese conseguido la retirada de las publicaciones. Es más, resulta chocante que con la cantidad de cátedras universitarias que tiene a su disposición todavía no tengamos trabajos científicos publicados en los que se cuestione abiertamente el enlazado más arriba.
La respuesta al informe ecologista que hablaba del 25,4% fue una nota de prensa, ampliamente reproducida por los medios de comunicación patrocinados y los tertulianos a sueldo de la corporación, en la que Ecoembes acusaba a Greenpeace de mentir. La reacción a ese movimiento corporativo fue una campaña convertida en meme nacional: #ecoembesmiente.
Esta vez sí hay constancia de acciones legales. ¿Para la retirada del informe en el que se basa esta campaña? No, sigue publicado y públicamente disponible. El resultado fue que algunos municipios sancionaron a Greenpeace por el vandálico acto de pegar pegatinas sobre los contenedores amarillos. Es chocante. Porque lo que se denuncia es que los datos oficializados a través de la S.A. de los envasadores y distribuidores de producto envasado cuestan a las arcas de los municipios, competentes en la recogida de residuos domésticos, 1.700 millones de euros cada año.
Esta vez Greenpeace toma el trabajo independiente realizado por Rethinking y lo airea. Nadie parece darse por aludido, pero Ecoembes te tima, una estimación prudente y conservadora, sigue publicada en la web de la organización ecologista sin que nadie se moleste en demostrar formalmente que la información sea falsa y pedir su retirada. Quizá también se queda corta.
Por su parte, Ecoembes tiene un maravilloso espacio web destinado a hablar de transparencia. Un espacio en el que no encontramos respuesta a preguntas relevantes, como por qué arden recuperadores homologados que han sido adjudicatarios de material recuperado del contenedor amarillo. O qué cantidad de material se pierde anualmente en estos siniestros que ocurren a una media de una vez por semana.
Y es una cuestión pertinente. Los datos de reciclaje que ofrece Ecoembes se refieren a “toneladas de envases domésticos entregadas a instalaciones recicladoras”. Si la instalación se incendia, manda ese material a un país remoto sin infraestructura o tecnología adecuada para procesar el residuo, o se pierde en el fondo del mar… da igual, ya lo hemos contado como reciclado. Mucho antes de que se convirtiese en materia prima.
Independientemente de la contabilidad creativa y de los esfuerzos por retorcer el lenguaje, la realidad material de los residuos de envases se impone.
Con datos públicos y publicados por ayuntamientos, comunidades autónomas y demás administraciones competentes en gestión de residuos comprobamos que a las plantas de tratamiento y clasificación de residuos llega una cantidad de residuos de envases sensiblemente superior a la que recoge Ecoembes en la operación con la que calcula su tasa de reciclado. En concreto, según la estimación de Rethinking: “La producción de envases domésticos en España en 2022 ascendió a 5,1 millones de toneladas, lo que supone un 47,23 % más de los envases adheridos y reconocidos por Ecoembes y Ecovidrio (3,4 millones de toneladas). La mayor diferencia la presentan los envases plásticos, donde las estimaciones del presente estudio duplican a los envases reconocidos por Ecoembes.”
Pero, por un momento, asumamos los datos de Ecoembes. En 2022 ha entregado a instalaciones recicladoras homologadas 1.578.007 toneladas de residuos de envases domésticos. Esta es una parte importante de las 1.927.442 toneladas de envases declaradas por las empresas que conforman el sistema. Deja un dato de reciclaje cercano al 80% ¿Todo bien? Lo cierto es que no mucho. Quizá aquí es donde está la trampa. Ecoembes dice que se recicla un 80% de los envases adheridos a su sistema. ¿Las empresas obligadas a presentar una declaración anual sobre los envases adheridos a Ecoembes solo cuentan una parte del total de los que ponen en el mercado? Así empezarían cuadrar las cosas. Si cambiamos el denominador el dato de reciclaje se va desinflando. Y el foco cambia. Ecoembes pasaría a ser cómplice necesario de las mentiras de quienes no declaran el total de los envases que ponen en el mercado.
Por supuesto, no se puede acusar a las “13.274 empresas que forman parte del Sistema Colectivo de Responsabilidad Ampliada del Productor (SCRAP) de Ecoembes” (a cierre de 2022), de estar haciendo trampas al solitario en su declaración de envases. Y no creo que a las 13.200 y pico que se esfuerzan en hacerlo bien les guste estar financiando el desfalco que producen las restantes. Pero teniendo en cuenta que nos cuesta a todos los españoles (solamente en gestión de residuos de envases) 1.700 millones de euros al año, haríamos bien en pedirle a alguien que meta la lupa y exija las responsabilidades pertinentes. Alguno ya se ha ido de rositas con los bolsillos llenos. Otros se ahorran muchos millones de euros al año con modelos de negocio insostenibles que acaban con la producción local y el comercio de proximidad.
Pongamos que Ecoembes no miente, que efectivamente solo es una pieza en el engranaje del sistema. Esto dejaría muy poco margen de maniobra. Es hora de tomar conciencia de la magnitud del problema y emprender medidas acordes a la urgencia y la contundencia que requiere.
[Este contenido procede de Productor de Sostenibilidad. Lee el original aquí]