Tres ideas erróneas sobre economía circular que obstaculizan su desarrollo
2.200 millones de toneladas de residuos es lo que genera la Unión Europea al año. Una cifra que las instituciones quieren reducir implantando normativas más estrictas que promuevan el cambio de los actuales procesos de producción y consumo hacia una economía circular.
Impulsar el progreso de este paradigma nos permitiría no solo reducir al mínimo los residuos, sino también las emisiones de gases de efecto invernadero y rebajar la dependencia de las materias primas. Su aplicación requiere, sin embargo, reformas políticas, financieras e industriales firmes que, a juzgar por los datos, no están siendo suficientes.
De hecho, hoy en día nos encontramos más lejos que hace una década de superar diversos puntos de inflexión planetarios y, en los últimos cinco años, se ha reducido la reintroducción en la economía de materias primas secundarias, pasando de algo más del 9% en 2018, al 7,2% en 2023. Esto supone un descenso del 21%, de acuerdo con un informe de la fundación Circle Economy en colaboración con la consultora internacional Deloitte.
Entre las medidas para incentivar prácticas circulares en el mundo empresarial, dada su experiencia de más de 15 años en el sector de los residuos, desde TEIMAS resaltan la importancia de desmitificar conceptos erróneos sobre la economía circular. Entre ellos se encuentra la idea preconcebida de que "la economía circular se limita a productos físicos".
Sin embargo, más allá de los productos tangibles, este enfoque sostenible puede implementarse en múltiples contextos como son la optimización de servicios, procesos y modelos de negocio en diversos sectores industriales.
Muestra de ello es la aplicación de los principios de la economía circular a los servicios de movilidad colaborativa, el alquiler de equipos electrónicos o el mantenimiento de maquinaria industrial.
Todos estos ejemplos, que conllevan el alquiler, el intercambio o el reacondicionamiento, pueden catalizar un cambio positivo hacia un modelo económico más sostenible y resiliente en un contexto global cada vez más interconectado, donde resulta crucial reducir la dependencia de materias primas vírgenes (hoy en día tan solo el 7,2% de las materias se reincorporan a la economía tras el final de su vida útil) y los riesgos asociados al suministro.
También debemos descartar la idea de que la economía circular no es financieramente viable. Tomemos como ejemplo los casos de implementación de estrategias circulares, llevadas a cabo por grandes empresas de diversos sectores industriales en España, que han arrojado resultados positivos al reducir costes operativos, optimizar el uso de recursos y evitar multas asociadas con prácticas no sostenibles.
Grandes empresas del sector bebidas, como Estrella Damm, también han sido capaces de integrar la economía circular en su estrategia empresarial, de manera económicamente rentable, mediante la reutilización del 97% de subproductos generados en su planta de producción y el uso de soluciones digitales que simplifican el control de los residuos y facilitan el cumplimiento normativo.
Otro concepto erróneo es considerar que la economía circular se reduce al reciclaje. Aunque esta práctica es fundamental, la economía circular se apoya también en el diseño de productos que permite prolongar su ciclo de vida y facilita su reparación, en el uso de elementos al final de su vida útil para otros propósitos, así como en una separación más eficiente de materiales para su reciclaje.
De esta forma, los modelos de economía circular integran el reciclaje desde la fase de planificación para reducir el uso de recursos naturales. En una economía lineal, por el contrario, el reciclaje representa solo una vía de eliminación entre otras opciones para la gestión del residuo.
Para fomentar la adopción de estrategias circulares resulta fundamental comprender la amplitud y profundidad de este enfoque, que va más allá del reciclaje. La economía circular involucra cambios estructurales en los modelos de negocio y una visión integral que abarca aspectos económicos, sociales y ambientales, pero también se apoya en la innovación tecnológica. En este sentido, la digitalización de los datos de residuos permite una mayor trazabilidad y transparencia en toda la cadena de valor, facilitando el seguimiento de los flujos de materiales y respalda una gestión de los recursos más eficiente y sostenible.