Un diseñador transforma los residuos de El Celler de Can Roca en objetos de uso cotidiano

El talento de los hermanos Roca va más allá de la cocina. En una pionera iniciativa zero waste decidieron en 2018 empezar a reciclar el vidrio que generan como desecho (unas 22.500 botellas sólo de vino al año) y transformarlo en vajilla.
El proyecto Roca Recicla ha crecido bajo la dirección creativa del diseñador barcelonés Andreu Carulla, encargado de la ingrata tarea de mirar en los cubos de basura de El Celler de Can Roca. Se ríe al oírlo. "Colaboro con ellos desde 2009. Me contaron la iniciativa del cristal, así que fui al restaurante a ver la basura que se genera para estudiar qué otras cosas podíamos aprovechar. Tras analizar los residuos, les planteé que lo más importante era tratar el poliestireno y las bolsas de vacío por la dificultad de su tratamiento".
El primero procedía de las innumerables cajas con materia prima que llegan al restaurante cada día, "por ejemplo, seis de pescado que, por normativa higiénico-sanitaria, no se pueden reutilizar". En un proceso autodidacta, de prueba y error (del que disfruta especialmente Carulla), probaron de todo en su estudio para convertir el poliestireno en un material manejable para otros propósitos, incluida alguna técnica culinaria: "Lo cortamos en trocitos, lo juntamos con cola de contacto, lo cocinamos en una paella, lo trituramos y metimos en resina, lo cocimos al baño María...".
Medio año de pruebas hasta que otro proyecto que estaban desarrollando en el estudio les puso sobre la pista correcta. "Estábamos diseñando una cafetera profesional para Iberital y se nos ocurrió inyectar vapor a través de unos agujeros hechos en unos moldes, de forma que se expande. Así conseguimos transformar seis de esas cajas de transporte en un taburete". El RR200 (194 euros) que tiene su punto de trampantojo: parece robusto, pero en realidad es muy ligero (no más de 2 kg). Logrado el primer objetivo, tocaba centrarse en el siguiente reto, las bolsas de cocción al vacío, que acaban de dar sus frutos creativos, la colección RR400.
Esta técnica de cocción al vacío persigue la excelencia culinaria: el alimento se infusiona con sabores y aromas a baja temperatura. La cuestión es que genera un residuo de difícil reciclado. "La bolsa es un plástico laminado con unas propiedades distintas por dentro y por fuera, por tanto no es puro y no hay un mecanismo regulado para su tratamiento", explica Carulla, quien también en esta ocasión sometió el material a múltiples procesos, desde intentar licuarlo a hacer tiras para tratarlo como tejido.
Finalmente llegó a la conclusión de que lo óptimo era trabajarlo como un patchwork. "Tras un minucioso proceso de limpieza, utilizamos las bolsas como piezas que se unen. Primero probamos a termosoldarlas, pero al final vimos que era mejor llevarlo al terreno de la moda y coserlas utilizando una cinta textil como decoración". La serie RR400 se compone de tres bolsos (el más grande 54 euros, al que se suman tote, 47 euros, y neceser, 35 euros) y un delantal (58 euros), guiño culinario que, por las propiedades impermeables, "era lo más evidente", razona Carulla.
La labor de costura necesaria para su confección la realiza un colectivo de mujeres en riesgo de exclusión social en un taller de Cáritas en Gerona, en otra pata importante del proyecto Roca Recicla, que no persigue beneficio alguno: el dinero que se obtiene de la venta de los diseños se reinvierte en la investigación y la maquinaria necesarios para abordar el siguiente reto de reciclado. En el horizonte, la madera y el cartón.
Más de 1.000 horas, "contadas", ha invertido Andreu Carulla en el proyecto Roca Recicla. Un proceso lento de investigación de materiales, cuyo ritmo de producción depende del funcionamiento de El Celler y de la fabricación artesanal. En su taller (en un antiguo molino en Bañolas, Gerona) descompone los residuos que se convierten en ingredientes de nuevos diseños.
[Esta noticia fue publicada originalmente en Expansión - Fuera de Serie. Lee el original aquí]