Un informe revela la labor de los recicladores informales de chatarra de Barcelona
Unos 3.200 recicladores informales (chatarreros) trabajan en Barcelona para ganar, de media, unos 20 euros al día en la recogida de metales, en medio de unas condiciones de marginación extrema. La gran mayoría de ellos son migrantes en situación irregular: el 75% proceden de África (principalmente de Senegal) y el 78% carecen de DNI. Pese a la gran contribución que realizan a la economía circular, éste es un colectivo que sigue siendo ignorado por las instituciones. “Todos estos trabajadores sufren una doble marginación, económica y laboral; no tienen derechos laborales ni Seguridad Social”, explica Federico Demaria, profesor de Economía Ecológica de la Universidad de Barcelona. “¿Estamos dispuestos a tener esclavos para obtener unas mejores tasas de reciclado?”, se interroga Demaria.
Pese a esta marginación, los ciudadanos reconocen la importancia del papel de los chatarreros y su contribución al reciclado y la reutilización de material. Todo ellos según las conclusiones del primer estudio sobre la actividad socioeconómica que realizan estos trabajadores elaborado por la Universidad de Barcelona.
Los recicladores informales recogen, de media, unos 118 kilos al día por persona de metal y otros objetos, con lo que cada uno totaliza unas 36 toneladas al año. En total se estima que, gracias a ellos, se recuperan unas 115.000 toneladas anuales, con lo que mueven al año unos 15 millones de euros, según el mismo informe. Habitualmente provistos de ‘carritos de la compra’ para hacer la recogida, recuperan sobre todo metales, tanto dentro del contenedor gris (residuos de rechazo) como en la calle o en los sitios en obras. Los venden a chatarrerías (tanto formales como informales) o a intermediarios que hacen acopio, de manera que son grandes proveedores de materiales para la industria que los recicla o los reaprovecha. Hierro, aluminio, cables (cobre), metales mixtos y acero son el producto principal de la transacción por los que obtienen entre 0,19 euros el kilo (hierro) a 5,6 euros el kilo de cobre limpio.
“Este trabajo es para ellos una estrategia de supervivencia, un último recurso que ni siquiera les permite cubrir las necesidades básicas de una vida digna”, señala el informe en sus conclusiones. De promedio los recicladores informales ganan alrededor de 2 euros a la hora (que multiplicado por 10 horas al día totalizan 20 euros al día). “Esto equivale a menos de 500 euros al mes, que es el 40% de salario mínimo interprofesional”, apunta Julián Porras. La mayoría de estas personas no tienen hogar (el 44% de la muestra), mientras que otros viven en pisos compartidos, ya sea en habitaciones alquiladas (50%) u ocupados (6%).
La ciudadanía estima que los puntos de recogida de este tipo de residuos son escasos, están lejos de los hogares o tienen muchas restricciones horarias o en el modo de presentación/acogida de los desechos. Según las encuestas, dos terceras partes de los ciudadanos suelen dejar estos residuos al lado de contenedor gris (tostadora, una televisión vieja) confiando en que alguien los recogerá, se beneficiará de él o favorecerá que sea reutilizado.
“El verdadero punto débil de la gestión de la basura en Barcelona son las ‘deixalleries’. Estos recicladores vienen a cubrir las carencias que presenta el sistema formal de gestión. Es un vacío que nos ayuda a incrementar las tasas de reciclaje”, agrega Demaria. La directiva europea y la Ley de Residuos estatal obligan a que el 50% de los residuos municipales sean reciclados. Las instituciones se tapan los ojos, pero los ciudadanos interactúan regularmente con ellos, pues se sienten ayudados o asistidos si se trata de residuos muy pesados. “Las interacciones entre los hogares y los recicladores son comunes”, dice Julián Porras, sociólogo e investigador posdoctoral de la Facultad de Economía y Empresa. Un 64% de los encuestados (se han hecho más de 300 encuestas) afirman que dejan objetos al lado de los contenedores, y entre estos el 66% dice que lo hace explícitamente para los recicladores. ¿Y cuáles son las razones? Lo hacen sobre todo con el ánimo de evitar que se diseminen los residuos (70%), para facilitar la reutilización (59%) o para ayudara directamente a los recicladores (39%).
El informe muestra no sólo que los hogares son conscientes del problema ambiental de los residuos, sino que también son empáticos hacia la posición marginalizada de los recicladores. La percepción pública de los recicladores en Barcelona es generalmente positiva. Los hogares reconocen hay una falta de alternativas disponibles para los recicladores (89%), reconocen la dificultad de su trabajo (87%) y son conscientes de que los recicladores no ganan lo suficiente para una vida digna (79%). De la misma manera, los hogares creen que los recicladores contribuyen a la sostenibilidad (75%) y juegan un papel significativo en los esfuerzos de reciclaje (58%).
También es muy generalizada la idea de que las administraciones podrían mejorar con su intervención las condiciones laborables y los medios de vida de los chatarreros. Por ejemplo, los barceloneses creen que las administraciones deberían garantizar que el ciudadano dispusiera en la calle de nuevos contenedores específicamente destinados a los metales (lo creen un 71%), que estas personas se doten de uniformes y equipos para su protección personal (70%) y que los ayuntamientos contraten a estos recicladores (68%).
El informe concluye diciendo que la conexión entre los recicladores informales y los hogares en la gestión de los residuos es “casi invisible” a las instituciones, “pero muy importante para entender la gestión de residuos de la ciudad”. Los recicladores informales “proporcionan una importante contribución al reciclaje de metales” y, sin embargo, “están atrapados” en unas condiciones de “informalidad y explotación”.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de La Vanguardia. Lee el original aquí]