Una ambientalista estadounidense realiza un documental sobre los residuos electrónicos
Al tirar a la basura estos residuos no nos planteamos los costes de todo tipo de la fabricación, ni la contaminación que supondrá ese aparato. "Diseñar para el vertedero es tóxico para la gente y para el planeta", denunciaba la ambientalista estadounidense Annie Leonard en su Story of Electronics: el cuarto documental corto que lanzó online, hace un año, dentro de su proyecto The Story of Stuff, donde analiza las sombras "de un sistema productivo que es lineal y está en crisis". Antes, Leonard había abordado el problema de las botellas de agua de plástico, o la cosmética. El último de la serie se titula The Story of Broke y analiza cómo se ha roto la economía de su país, el más rico del mundo.
En numerosas ocasiones arreglar un aparato electrónico cuesta más que comprar uno nuevo, y este último nos ofrece mejores prestaciones. La electrónica produce entre 20 y 50 millones de toneladas de residuos en el mundo anualmente, una cifra que sigue incrementándose debido al empuje de los países emergentes, según recoge TakeBack Coalition, que engloba a 30 organizaciones ambientalistas y de salud pública estadounidenses. Cuatro millones y medio de ciudadanos de aquel país esperaban adquirir un televisor nuevo para la Superbowl de 2011; esa cifra había sido de 3,3 millones en 2010, y de 2,6 millones en 2009. Los consumidores buscan pantallas cada vez más grandes, y teléfonos más inteligentes: en el planeta se vendieron 1.211 billones (americanos) de móviles en 2009, de los cuales 174 millones fueron smartphones.
El problema es que la mayoría de aparatos electrónicos contienen sustancias muy contaminantes, como plomo, mercurio, arsénico, cadmio o PVC. Story of Electronics, co-producida por TakeBack Coalition, relata el traslado de basura electrónica desde países desarrollados a países en vías de desarrollo, especialmente Ghana, Nigeria, Costa de Marfil, India o China; la ciudad china de Guiyu se conoce como la ciudad vertedero, o la ciudad veneno. Cuando estos equipos llegan a su destino, o se venden en el mercado de la segunda mano o son quemados por familias de recuperadores artesanales, por supuesto sin ningún material o medida de protección, para extraer metales valiosos. Los componentes tóxicos se expanden así por la atmósfera, no sin antes llenar bien los pulmones de niños, que suelen ser los encargados de desempeñar esta tarea.
El documental finaliza con un llamamiento a los consumidores para que demanden productos más verdes y exijan a la industria la no externalización de estos altos costes, el rediseño de los productos y la responsabilidad para su correcto reciclaje.
Vía El País
Foto de sJason.Rogersx (cc)
San Francisco, California, Estados Unidos